El ojo que ves no es ojo
porque tú lo veas;
es ojo porque TV.
—Antonio Machado
Una de las cosas
nuevas que sí hay bajo el sol en nuestro tiempo es la intrusión de los medios
audiovisuales, televisión y radio, en la democracia electoral, que ya no es
como lo era en la Atenas de Demócrito. Ahora la actividad comunicativa se
encuentra entre las más manipulables y es un cuchillo de dos filos: puede
servir para pervertir la democracia y echarla a perder o para conducir a la
humanidad a una de las fases más sublimes de su historia: a una democracia
plena y madura, sana y constructiva.
Dicen los
especialistas que la televisión ha transformado la política. “Más que el
Parlamento, la televisión es el gran foro público donde se debate lo que a
todos atañe y donde se libran las batallas por el poder”, se sostiene en la Democracia
mediática (Ed. Ariel, Barcelona, 1999) que armaron Alejandro Muñoz-Alonso y
Juan Ignacio Rospoir, profesores de opinión pública en la Universidad
Complutense de Madrid. Se trata de una recopilación de siete artículos sobre
campañas electorales en Gran Bretaña, Alemania y España. La idea de fondo es
que la “democracia mediática” es aquella donde los medios llegan a usurpar
funciones propias de las instituciones y conduce a la uniformación o a la
“norteamericanización” de la política. Todo ha de ser, al manos en los países
débiles y proclives a la imitación, como en Estados Unidos.
“La televisión ya no
es sólo la cancha en la que se dilucidan las batallas políticas, sino también
el arma que se utiliza para asegurarse la victoria”, cueste lo que cueste.
Porque la tentación de controlar al Estado es muy grande y porque, ya lo
sabemos en México, la política es dinero. Una de las motivaciones más fuertes
al intervenir en las campañas electorales es conseguir el poder para hacer
negocios y proteger los que ya se tienen.
Enrique Peña Nieto
dice que no es el candidato de Televisa pero lo cierto es que no estaría en el
lugar que ocupa hoy en las encuestas si no hubiera hecho el gran negocio
propagandístico para aparecer casi todos los días, durante los últimos cinco
años, en los noticieros de la concesionaria. Jenaro Villamil ha documentado que
con Televisa se han firmado y pagado contratos hasta de mil millones de pesos,
a cambio de inventar la candidatura de Peña y pasar como notas periodísticas
actos de verdadera propaganda machaconamente. Se dice en los mentideros de la
Condesa, en el Mama Roma, en los de Tijuana, en el cafetería del hotel Lucerna,
o en la del hotel Gándara de Hermosillo, que Televisa va a poner Presidente. No
pocos pesimistas lo creen. “Si no es que ya lo puso”, dicen los más amargados.
El regreso del PRI no
sería tan grave si no fuera que equivale a que lo peor de la política nacional
se reenganche con Peña Nieto: el grupo de Atlacomulco, los hampones del Estado
de México, los hijos de Hank González, Salinas de Gortari, Montiel. Es tal la
prepotencia y la convicción de que ya está en la Presidencia, que el candidato
de Televisa se da el lujo de engañar diciendo que va a perseguir a Humberto
Moreira. Otra demostración de poder, en el estilo del autoritarismo previsible
del personaje, es haber decidido que en el caso de la niña Paulete no hubo
crimen qué perseguir. En los estados los procuradores son empleados de los
gobernadores y quien decide si hay elementos o no para investigar un delito es
el señor gobernador, según su capricho y según sus intereses. Esa es la oferta
de justicia de alguien que Televisa a convertido en su candidato inevitable.
Van por todo los
amigos de Peña Nieto. Van por el petróleo, los negocios, van a consumar lo que
el PRI siempre se ha propuesto: el saqueo del país. El hampa política en el
poder.
El caso de Televisa
es único en el mundo, muy sui generis. Digno de más de una tesis de
comunicación en la Universidad Anáhuac. Su papel no es como el de la televisión
alemana, de bajo perfil, sin locutores demasiado protagónicos. Los últimos
gobiernos le han dado a Televisa un carácter como de partido político, más poderosa
que no pocos partidos políticos y todo mundo (Fox, Calderón) se le arrodilla.
Antes cuando en
Televisa recibían un telefonazo de Gobernación se ponían a temblar. Ahora,
cuando en Los Pinos reciben un telefonazo de Televisa, se cagan del susto.
Dos de las grandes
irresponsabilidades históricas de Felipe Calderón han sido darle al Ejército un
poder que no tenia hace tres años y aumentar el poder tal vez irreversible de
Televisa. Vamos a ver qué consecuencias tiene esto dentro de cinco o diez años.
Por lo pronto, el año que entra Televisa estará en la Presidencia. Dejaron
crecer al monstruo, bueno pues ahora el monstruo les está poniendo Presidente.
Habrá de verse, pues,
si las elecciones se ganan con la televisión o con la televisión en contra. De
pueblo en pueblo, a pata, o de canal en canal, en cadena nacional. La
oportunidad histórica que la vida le pone por delante a Emilio Azcárraga es
hacer de la televisión una verdadera instancia de la democracia. Eso es mucho
más importante y trascendente que tratar de hacer más dinero que Carlos Slim.
Ojalá estuviera consciente Emilio Azcárraga de lo importante que sería para su
país —por amor a su país— ofrecer una televisión equitativa, rica en
discusiones y en ideas, imparcial, pareja con todos los candidatos. En aras de
la convivencia civil.
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