sábado, 30 de junio de 2012

Post sufragium triste




El mexicano puede ver, sin alterarse,
cómo arde un bosque. Es capaz de
presenciar una destrucción o un
despilfarro sin decir palabra. Sabe
que el monte quemado y la tala y la
destrucción y el saqueo y la injusticia
obedecen a un sistema de despotismo,
a intereses superiores e intocables.

—Fernando Benítez, Los primeros mexicanos.


Algo que al corresponsal de The New York Times le llamó la atención durante estas elecciones es que ni el repudio estudiantil a Peña Nieto ni las peores acusaciones (que compra los votos, que se coludió con Televisa) en nada disminuían su lugar en las encuestas de propaganda. En cualquier otro país, acotó el periodista, el candidato se hubiera venido a pique. En México no.
  Una posible conjetura es que así sucede por razones históricas que vienen desde la Colonia (y que pueden leerse en el libro de Fernando Benítez: Los primeros mexicanos) y otra es que la sociedad mexicana, como cuerpo nacional, no es ni cultural ni económicamente homogénea. Dice Woldenberg que es plural esa sociedad: sí, pero es una pluralidad de grandes diferencias entre las clases sociales que en las elecciones cuentan mucho. En otras sociedades —la francesa, la británica, la alemana, la chilena, la argentina— una denuncia en la prensa puede conmover a la mayor parte de los ciudadanos. Una crítica puede repercutir en el cálculo de los votos potenciales. En México no. Ni siquiera el escándalo de las tarjetas de prepago (que son la gran novedad financiera como instrumento para el lavado de dinero) pareció incidir en la indignación civil presumible.
  Puede uno denunciar en YouTube los más graves casos de corrupción, con testimonios y pruebas, y todo el mundo lo ve pero el Ministerio Público no actúa. La impunidad es la ausencia del Estado. Pasaba así en los años 40, 50, 60, 70: se podía publicar en la primera página de los periódicos y a ocho columnas un caso de homicidio político o una malversación de los caudales públicos y en el país (en el que ya empezaba a desvanecerse el Estado) no pasaba nada. La renuncia no rebotaba, Un poco por lo mismo que sucede ahora: porque la sociedad civil es muy escasa. Es participativa, lúcida y valiente, pero en la gran pantalla no cuenta mucho. Son más los espectadores de Paty Chapoy o de otro programa de los chismes de las estrellas que los ciudadanos que se meten en el río del tuíter.
  Ningún medio, por otra parte, se ha detenido a investigar qué son exactamente las tarjetas de prepago, cuando en muchos periódicos del mundo y alguna publicación mexicana (la revista Expansión) denuncian que las tarjetas de prepago o monederos electrónicos (como las llaman en el PRI) las inventaron los banqueros para lavar dinero.
  En última instancia todo viene de la desigualdad porque el bajo índice de escolaridad es su consecuencia. Y la poca educación significa menos conciencia política.
  Somos un país de pobres. En las ciudades y en los estratos de clase media para arriba suele olvidársenos que somos un país de los más injustos del mundo; que más del 50 por ciento de la población vive en la miseria, que los jóvenes en su mayoría (puesto que la educación superior sigue siendo un privilegio de las clases medias) tienen que irse a buscar trabajo en Estados Unidos y que con ellos también se va el semen.
  Siendo, pues, ésa la composición social y económica del país se entiende que la barrera a la propaganda de Televisa y sus periódicos afines no haya afectado a la gran masa inocente y desinformada que se deja conducir.
  Hay ciudades ágrafas en las que no hay puestos de periódicos en las esquinas, en las que es más fácil conseguir cocaína que un diario o una revista o un libro. En las casas no hay libreros ni libros ni nada impreso. Mucha gente no lee ni el menú. Y ésa amplia parte de la población se entera del mundo en un 80 por ciento a través de la televisión.
  La cena estaba servida, pues, desde el año 2005 cuando Televisa y el PRI de Peña Nieto se propusieron llegar a la Presidencia. López Dóriga ya habla en un tono presidencial, como si transmitiera su noticiero desde Los Pinos.
  Un país auténticamente democrático es aquel en el que se recaba bien la voluntad popular y se hace gobierno, sin abusos de poder, sin agandalles, sin compra de votos, sin sobornos a través de tarjetas lavadólares. Pasado el simulacro de las elecciones a la mexicana —con un IFE indeciso, sin autoridad e indolente, inclinado hacia los intereses del PRI—, se ha visto cómo ha triunfado el Complejo Propagandístico Empresarial y el poderosísimo aparato de movilización priísta y magisterial (las gavillas de Elba Esther tratando de manipular las casillas), apuntalado con una capacidad financiera infinita tan incontabilizable como oscura y sospechosa. El hampa se instala en el poder y empieza el saqueo.
  A pesar de todo, queda en la memoria la gran experiencia de alegría política que se vivió en el Zócalo el miércoles 27 de junio, un grito de mexicanos mayoritariamente pobres, olvidados y despreciados, una ovación que todavía puede ser una esperanza.
  Y otra vez, como en el mito de Sísifo, hay que volver a empujar la roca hasta la cumbre.
 
* * *
  México DF, colonia Condesa, jueves 28 de junio de 2012 a las 8 de la noche.

“Campbellobo

martes, 26 de junio de 2012

Declaración a Proceso


Votaré por Andrés Manuel López Obrador porque su proyecto
me parece el más urgente para México. Por otra parte,
me repugna, me encabrona, me humilla, me degrada que Televisa ponga Presidente. Su colusión con EPN es un asalto a nuestras prácticas democráticas.
Votar por el PRI equivaldría a reinstalar en la Presidencia
al hampa política: a los Montiel, a los Salinas, los hijos de Hank González, los Yarrington, los Fidel Herrera, los Moreira, los Beltrones, los Azcárraga, los Salinas Pliego. Sería dejar el país en manos de delincuentes. 
 

No es sucia, es diferente


La idea de golpear al adversario con o sin razón es una de las reglas de oro de las campañas electorales en Estados Unidos y, como es natural y tradicional, los mexicanos tenemos que imitarla puesto que todo ha de ser como en Estados Unidos. Decir que López Obrador propone la lucha armada no sólo es una infamia de parte de la señora Vázquez Mota. También es un infundio gravísimo, proferido a sabiendas de que no es ni puede ser cierto. Pero así es la “táctica” de sus asesores “expertos” en competencias electorales, como un español de apellido Solá (Antonio) y un gringo, Dick Morris, que se ufana de haber ayudado a ganar a Bill Clinton y de haber escrito El nuevo Príncipe, donde trata de explicar todas sus marrullerías, colgándose de manera vicaria del clásico florentino.
  Este vendedor de aire, que los panistas con dinero del erario han comprado a varios miles de dólares al día (Calderón lo contrató en 2006 para la guerra sucia desde su “cuarto de guerra”) presume también de haber sido “jefe estratega” de Vicente Fox en el año 2000.
  Más inocente y menos maligno sería acusarla a ella (según la lógica insultante de Solá y Morris y ahora de una tal Zavala hermano de la first lady) de que ni con cirugía plástica ni con atuendos de jovencita que no quiere parecer mexicana ha podido levantar cabeza en su campaña y de que, aparte, ha logrado lo que ninguna dama de la política o la farándula: hacer que su peinado natural parezca peluca. 
  En un terreno cada vez más alejado de la cultura gráfica el golpeteo despiadado y soez puede tener sus efectos. El 80 por ciento de los mexicanos se  entera de las noticias a través de la televisión y sólo el 7 en la radio. Quienes leen periódicos no pasan del 6 por ciento y los que se comunican a través de las redes civiles no exceden el 2 por ciento. Esa es la composición de poder electoral en lo que hasta ahora constituye la sociedad mexicana y que, por se heterogeneidad, no es como la alemana o la norteamericana. Y a esa masa inocente y desinformada apuesta el candidato de Televisa. No es malo el cálculo ni hace falta ser un estratega como Bernardo Gómez (el Clausewics de Emilio Azcárraga), ni un soldado de Televisa (como cualquiera de nuestros locutores) para haber visto, desde hace cinco años, que la cena estaba servida.
  No pocas naciones prohíben la propaganda pagada por televisión. La autoridad asigna tiempo a cada partido y da lineamientos al formato de los anuncios televisivos de campaña, en Francia por ejemplo, y a nadie se le ocurre que se atenta contra la libertad de expresión.
  El problema  de este tipo de propaganda vil (como la del Complejo Coordinador Empresarial en 2006) es que mientras se establece si calumnia o no calumnia ya las elecciones pasaron. Los afectados pueden acudir a los tribunales, pero la respuesta suele darse demasiado tarde.
  La libertad de injuriar, difamar y calumniar no puede asimilarse a la tan invocada libertad de expresión. La injusticia de mantener este principio, sin reglamentaciones y límites, puede ilustrase con el caso de un narcotraficante que por venganza o resentimiento decide calumniar en la tele a un candidato causándole un daño desproporcionado, abusivo e irreparable. Y palo dado ni Dios lo quita antes de las elecciones.
  El narcotraficante puede entonces convertirse en el árbitro del proceso electoral si el Tribunal Electoral no se lo impide.
  

domingo, 24 de junio de 2012

El revés de la trama


The Heart of the Matter
Graham Greene

Sólo cuando la política deje
de parecerse al poder mafioso
será posible una alternativa
auténtica y triunfador

—Roberto Saviano 

La eterna confrontación de las creencias se pone de manifiesto una vez más durante las campañas políticas. Cada quien ve la película que le conviene o la que le permiten sus fantasías políticas y personales. La perspectiva de cada cual se fija desde la clase social a la que pertenece y, sobre todo, desde sus intereses.
No sólo los editorialistas profesionales se esfuerzan por adivinar lo que está sucediendo entre bambalinas en la lucha por el poder. También la gente común y corriente, en los mentideros políticos de todas las ciudades, de Tijuana a Tapachula, se pregunta lo mismo. ¿Será posible que haya ya un pacto secreto entre Calderón (que junto con García Luna necesita protección a futuro) y Peña Nieto? Cada quien trata de entender cuál es el revés de la trama. ¿Es realmente cierto que, por primera vez en la historia, una empresa de televisión toma Palacio? Ha sucedido de otra manera en Italia, con la prepotencia y las vulgaridades de Silvio Berlusconi. En Estados Unidos está por dirimirse, hacia finales de lo que queda del año, qué significa la beligerancia política de un canal de televisión como Fox, empeñado todos los días 
—obsesivamente, a todas horas, como si fuera un partido político— en sacar de la Casa Blanca al presidente negro.
Hay opiniones para todos los gustos. Comentaristas serios y muy honorables sostienen que es impensable, como lo siente la mayoría estudiantil, que haya habido una “confabulación” hace cinco años entre el PRI del Estado de México y Televisa para inventar la candidatura de Peña Nieto. Hasta hace unos días esta “estrategia” parecía indiscutible. Después del debate del 10 de junio pudo verse que no sólo Televisa constituía una muralla para el candidato no priísta: también los “analistas“ de otros canales, en su mayoría abrumadora, cerraban filas en contra del mismo. Un ejército de locutores en todo el país se alinea asimismo en esa trigonometría napoleónica. Lo más aventurado que podría especularse es que despliegan, para decirlo con un anacronismo marxista, una defensa de la clase dominante.
Tal vez a lo largo de los últimos cuatro o cinco sexenios se le fue dando a Televisa un poder cada vez mayor, al grado de situarla en una posición digna de poner Presidente. Se fue agigantando como otro gobierno, como la Iglesia en tiempos de Juárez, que tuvo que acotarla para no compartir con ella el poder.
Es un fenómeno inédito, muy fascinante para una tesis de “ciencias de la comunicación” de la Universidad Anáhuac o de la Ibero. La idea de fondo es que la “democracia mediática” es aquella donde los medios llegan a usurpar funciones propias de las instituciones y conduce a la uniformación o a la 
“norteamericanización” de la política.
  Desde que los jesuitas inventaron la carrera de "ciencias y técnicas de la comunicación" en la Iberoamericana en los años 50 no se ha visto una tesis que dilucide cómo es que una televisora como Televisa toma el poder en México o en otra parte de la nave espacial Tierra. El fenómeno de Berlusconi en Italia es distinto.
  En otra tesis habría que estudiar asimismo cuál es el significado de un canal como Fox en Estados Unidos: parece funcionar como un partido político y todos los días, prácticamente a todas horas, se propone tumbar el Presidente negro. Veremos en noviembre si, en efecto, la tele tumba gobiernos.
  En Alemania la televisión está muy acotada. Ni la sociedad ni el gobierno, ni la ley, le permiten acumular tanto poder. Debe ser imparcial en sus informaciones. Allá no dejan crecer al Monstruo, pues al rato le ponen canciller.
  
“La televisión ya no es sólo la cancha en la que se dilucidan las batallas políticas, sino también el arma utilizada para asegurarse la victoria”, cueste lo que cueste. Porque la tentación de controlar al Estado es muy grande y porque, ya lo sabemos en México, la política es dinero. 
  Una de las motivaciones más fuertes al intervenir en las campañas electorales es conseguir el poder para hacer negocios y proteger los que ya se tienen. Insaciablemente.

sábado, 9 de junio de 2012

Caminos sin ley

                                                                                                The Lawless Roads.
                                                                                                             Graham Greene
Uno de los ríos argumentales que discurre por debajo de la prosa de Ioan Grillo en su libro El narco es el de la ambigüedad de la palabra insurgencia. No es tanto un problema de filólogos o de diccionarios sino de protagonistas políticos, como el gobierno de México que se niega a reconocer que el crimen organizado significa un desafío para el Estado en términos de levantamiento o rebelión, nociones tradicionalmente reservadas para movimientos políticos de motivación ideológica.  
 Reconocerlo sería como entregar la plaza: rendir las armas de la legalidad.
 El propio Calderón acepta que hay partes del territorio mexicano en las que el crimen organizado ha adoptado funciones propias del Estado, según lo confesó al presidente del Perú durante la Cumbre de las Guayaberas en Cartegena de Indias.
  El periodista inglés percibe que en México la violencia crece porque los traficantes piensan como soldados y luchan por controlar el territorio valiéndose de tácticas para infundir terror. “Para 2008 los asesinatos se disparan, el conflicto amenaza ya al Estado y el Gobierno empieza a ser incapaz de imponer las reglas”, dijo a Luis Prados el 2 de junio en El País.
  Hay un verdadero ejército de psicópatas, dice Ioan Grillo. “Deja de ser una guerra por las drogas para convertirse en una guerra por feudos financiada por la droga. Es una insurgencia criminal, una rebelión armada sin ideología que combate al Estado y crea poderes en la sombra.”
  Cuando los narcotraficantes armados entran en un pueblo lo hacen como militares en un territorio que no es el suyo, identifican a los jefes del hampa, los ponen a trabajar para ellos y reclutan a los jóvenes, como en una gleba porfiriana. Tan sólo en Nuevo León operan unos 1,500 efectivos. Y es que, piensa Grillo, Calderón puso a un Estado podrido a luchar contra los cárteles sin seguir un plan maestro, y todo le ha salido al revés.
  Si ha habido un problema semántico con el concepto de insurgencia es también porque se tiende una relación inédita entre las palabras y las cosas. ¿Cómo nombrar a un movimiento armado que aparentemente no aspira a la toma de Palacio?
  “Falta un lenguaje para describir este conflicto, pues el narco es un fenómeno político y paramilitar y incomprensible en términos de crimen organizado.  En la que sería una especie de “noche y niebla mexicanas” aquí hemos visto decenas de miles de asesinatos, fosas clandestinas, secuestros masivos, cincuenta cuerpos decapitados en una sola mañana. Ningún grupo guerrillero llegó a esos grados de violencia en la historia entera de México.
  Ya no nos sirven las categorías que teníamos antes para identificar los problemas. Tal vez la rebelión armada sin bandera política sea un fenómeno inédito en la historia de la humanidad.
  Cuenta Natalia Mendoza Rockwell en la revista Nexos (número 414, junio de 2012) que en el norte de Sonora la mafia regional cobra ahora las cuotas que la policía municipal solía cobrarles a migrantes y polleros.
  “La instancia local, en este caso el ayuntamiento, renuncia a una forma de extracción de recursos y la deja en manos de la mafia regional.” Tanto quienes se dedican a brindar servicios a migrantes como las organizaciones criminales “se ven en la necesidad de desarrollar capacidades administrativas propias de un Estado”. Ejercen la función de autoridades migratorias, es decir, sustituyen al Estado en esa zona donde el Estado no está.
  Natalia Mendoza Rockwell es autora del libro Conversaciones con el desierto, publicado por el CIDE: un estudio etnográfico sobre los efectos del narco en el imaginario colectivo de un pueblo sonorense.
  Juan Carlos Cano, en la estupenda revista La Tempestad, que dirige Nicolás Cabral, reflexiona en la noción clásica de que la guerra se basa en el dominio del terreno, como en el juego del Go asiático, y como de hecho hace el ejército israelí en la franja de Gaza y en general en lo que ha sido la patria de los palestinos. Luego entonces, “el objetivo es fragmentar el territorio enemigo, por medio de una muralla de concreto, algún corredor humanitario…” La fragmentación es una de las tácticas más determinantes en ciertas batallas y en ese parece haber algo en común entre la estrategia militar de Israel y la de los ejércitos criminales de México.
  Juan Carlos Cano se refiere a un estudio de Eyal Weizman sobre la guerra entre israelíes y palestinos. El objetivo de fragmentar al territorio enemigo también se busca por medio de una muralla de concreto, por el control de recursos naturales como el agua y principalmente por la construcción de asentamientos humanos.
  La toma de terrenos fue también la estrategia del Vietcong en Vietnam en los años 60 y 70. 
  Todo eso recuerda el “estado fragmentado” en México del que habla Edgardo Buscaglia. Un mapa de la asociación Stratfor (puede verse en la red) muestra qué partes del territorio nacional están tomadas ya por el crimen organizado: el mapa del narco, que siempre es frontera nómada.

@Campbellobo
http://oralesos.blogspot.com/

miércoles, 6 de junio de 2012

Inquietante amanecer




Johan:
Los viejos la llaman hora del lobo.
Es la hora en que muere la mayoría de las
personas y nace la mayoría de los niños. Es
el momento en que tenemos las pesadillas.
Y si estamos despiertos...

Alma:
 ...sentimos miedo.

  -Ingmar Bergman, LA HORA DEL LOBO: 1967

Egoteca


Federico Campbell (Tijuana, 1941) es autor de cuatro novelas, Todo lo de las focas (incluida en el volumen Tijuanenses), Pretexta o el cronista enmascarado, Transpeninsular y La clave Morse; un libro de relatos, Los Brothers; una crónica siciliana, La memoria de Sciascia; una reflexión sobre la novela policiaca y la política, Máscara negra; una especie de diario literario, Post scriptum triste; un conjunto de textos sobre La invención del poder, y una antología de textos críticos sobre la obra literaria de Juan Rulfo: La ficción de la memoria.
  The University of California Press publicó en 1994  Tijuana: stories on the border, en traducción de Debra Castillo (de Cornell University).   
  Ha traducido del inglés y del italiano teatro de Harold Pinter, David Mamet, Jeffrey Hatcher y Leonardo Sciascia.
  En 2009 apareció su libro de ensayos Padre y memoria, que ya ha sido traducido al italiano por la editorial Ipermedium libri, de Nápoles: Padre e memoria.


http://federicocampbell.blogspot.com/