miércoles, 25 de julio de 2012

Tarjetas lavadólares







Estamos gobernados por una
minoría sostenida en el poder
por una masa enorme y corrupta
a la que tiene acceso todo
mexicano que esté dispuesto
 a hacer un favor con tal de
  que le hagan otros a cambio.

—Jorge Ibargüengoitia



No son un invento tan reciente las tarjetas de prepago o prepaid cards. Tienen varios años circulando, sobre todo en Estados Unidos, y suelen ser avaladas por Visa o MasterCard o prácticamente cualquier entidad bancaria, HSBC por ejemplo.
  Son conceptos distintos el dinero y la moneda metálica o de papel, el capital, el cheque, el traveller check, la tarjeta de crédito y de débito, y ahora la tarjeta prepagada que, por cierto, es al portador. No se necesita tener cuenta en el banco para adquirirla. Compañías como Wal-Mart la usan para pagar las nóminas de sus empleados y algunos gobiernos para prestaciones o como ayudas alimentarias.
  Muy orgullosos de su hallazgo se han sentido quienes la concibieron: las festinan como si hubieran inventado la hostia, porque sirve en efecto para muchas transacciones y es muy práctica, pero la verdad es que también han inventado uno de los instrumentos más expeditos para lavar dinero procedente de la economía criminal y para traspasarlo de Estados Unidos a México.
  Ya en mayo de 2011 un cable de Associated Press revelaba que los delincuentes de la droga ya no tenían por qué andar cargando pacas de billetes: Una alternativa más atractiva y menos riesgos para transferirlo de un país a otro “son las tarjetas prepagadas que disponen de bandas electrónicas y no necesitan estar vinculadas a una cuenta bancaria”.
  Las tarjetas han sido el medio preferido para pagarle a los burros de Tijuana, a los burreros del Altar y a los pushers de Los Ángeles y San Diego y también a los polleros que meten gente en Estados Unidos. Es una modalidad. John Tobo, alto funcionario del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas, afirma: “Si los terroristas del 11 de septiembre hubieran usado tarjetas (prepagadas) para cubrir sus gastos, no se hubiera conseguido ninguna de sus huellas terroristas.”
  El departamento de Estado calcula que cada año los cárteles de la droga envían de Estados Unidos a México entre 19 mil y 39 mil millones de dólares que son blanqueados en el sistema financiero mexicano, como de hecho ha sido a través de HSBC. 
  Por lo menos tres miembros de una comisión del Senado encargada del “International Narcotics Control” insisten en que las tarjetas de prepago tienen que declararse en las aduanas como si fuera efectivo. Pasan muchos como Pedro por su casa sin pagar un impuesto. Cualquiera puede bajar en el aeropuerto Eldorado de Bogotá con cinco tarjetas en el bolsillo que son un cuarto de millón de dólares y que además se pueden recargar de manera remota.
  Se diría que hasta para eso fueron inventadas por los banqueros las tarjetas de prepago: justamente para facilitar el lavado de dinero. Tal vez a niveles muy altos del Estado, en el gobierno de México y en el de Washington, esté decidido dejar pasar el lavado de dinero. A lo mejor es ya constitucional de la economía y no pueden prescindir de él sin provocar una catástrofe. En Estados Unidos y en México. Es como si a un avión de cuatro motores, como aquellos Constellation de los años 50, se les quitara un motor.
  Estas informaciones son otros de los indicios que abonan la idea de que el combate al lavado de dinero no ha sido el fuerte del gobierno de Calderón en su lucha contra el crimen. Parece una política de Estado, como si temiera quitarle a la economía nacional una de sus cuatro patas (las otras son los ingresos por petróleo, la inversión extrajera directa y las remesas que mandan nuestros paisanos).
  En otras palabras: el gobierno de Calderón no ha querido  atacar el aspecto financiero del narco. Ha descuidado ese flanco. Se ha hecho de la vista gorda. Por razones que o son de Estado o son un misterio criminal en el sentido en que esta expresión se usa en la literatura de la novela policiaca.
  Ha habido una actuación tímida y muy pasiva
—acaso cómplice— por parte de la Unidad de Inteligencia Financiera de la Secretaría de hacienda, como se ha visto en el caso del Hong Kong Shangai Banking Company (acusado de blanqueo en Estados Unidos) que muy pronto se dio cuenta de que en México el Estado ya no existe y obró en consecuencia.
  De ahí la conexión entre estas informaciones y las tarjetas que utilizó el PRI para comprar votos a través de Monex y Soriana. Qué raro que también sean tarjetas de prepago. ¿Quiere decir que el poder criminal ya está en nuestros procesos electorales y de conformación del Estado?
  Ése es el nuevo protagonista de nuestro espacio político: el poder criminal. Aunado a Televisa, a los empresarios, y a todos Dios, imagínese usted.

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En recuerdo de
Jorge Legorreta, un hombre,
en el buen sentido de la
palabra, bueno.


 @Campbellobo
Palabras clave en Google: tarjetas prepago lavado dinero bancos. Cáiganse patrás.

1 comentario:

  1. Elocuente tu artículo, querido Federico. Ya lo he publicado en Facebook. Un abrazo. Guadalupe Aldaco

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