domingo, 15 de julio de 2012

Y se hizo de mulas Pedro




 El mexicano, en materia política
nunca da la cara. Se mueve, cauteloso,
y lleno de recelo, como si aún se
enfrentara, con armas prohibidas
y voces en sordina, al
aparato represivo de la Colonia.
—Fernando Benítez, Los primeros mexicanos.


No es imposible que muchos de nuestros reflejos políticos hayan tenido su gestación social durante los tres siglos que duró la colonia española. En ese tramo de la historia cuajó lo que hasta ahora resulta el indescifrable ser del mexicano, sobre todo en relación con la polis, es decir, con lo político y la convivencia civil. No por nada para Juan Rulfo el siglo más importante de la historia de México es el XVI en el que se compuso en la práctica, asimilando la tradición del cacique prehispánico, la figura del encomendero.
  Fernando Benítez, en Los primeros mexicanos (editorial Era), alcanza a entrever esa ambigüedad propia de nuestro carácter pero también otras virtudes, como la ética de la reciprocidad. Cuando a uno le regalan algo hay que agradecerlo. Tenemos eso en común con Sicilia, la madre de una organización secreta de raigambre puramente siciliana: la mafia. El principio de su funcionalidad es la lealtad, el cumplimiento de la palabra empeñada, el voto del silencio, y el compromiso de devolver los favores.
  Esto lo ha entendido el PRI desde hace más de ochenta años. Y ahora, como nunca, lo puso en práctica. Movilizó sin límite de gastos (con recursos de procedencia incierta) a una cadena de supermercados coahuilense y a un banco de segundo piso (investigado por sus operaciones financieras sospechosas), para inducir la comprar del voto. No había que comprobar que uno había votado por el PRI. Se trataba de un pacto entre caballeros. Si tú me das mil pesos yo voto por el PRI. Te doy mi palabra. Es ésa la ética del agradecimiento que nos viene desde tiempos coloniales. Un reportero del semanario Zeta de Tijuana se coló en las oficinas del PRI en esa ciudad y vio cómo “unos señores de México” llegaron con portafolios repletos de billetes de 500 pesos y empezaron a repartir  dos, tres, cuatro o cinco billetes de 500 pesos. Lo que no se ha esclarecido —porque pertenece al reino de lo que no se habla— es de dónde procedía esa dinero. No hay erario de los 19 gobiernos estatales priístas que alcance para cubrir el abono de tantas tarjetas de prepago. ¿De dónde pues?
  “El PRI representa 71 años de confundir lo público con lo privado y de transformar la política en una variante de la criminalidad”, dice Juan Villoro. El antiguo partido oficial no se ha renovado: es el mismo de Humberto Moreira, Ulises Ruiz, Carlos Salinas, Manlio Fabio Beltrones, Emilio Gamboa, Mario Marín, Elba Esther Gordillo, los pillos de Atlacomulco, Tomás Yarrington, Montiel, y la casa Monex, que ahora más que nunca se beneficiarán de lo más apreciado en una toma del poder: la impunidad. El juego estaba hecho. Era una batalla perdida de antemano. Y todo en el contexto del Complejo Propagandístico Empresarial (con su cámara de la “industria” de la radio y la televisión) que aglutinó a todo Dios, a todos los poderes dominantes para la toma de Palacio.

      @Campbellobo

1 comentario:

  1. Así es, Don Federico, nuestros males son atávicos y por ello es difícil combatirlos; pero, además, la pobreza y, derivada de ella, la ignorancia contribuyen a crear el contexto adecuado para que la corrupción priísta puedan florecer. Felicidades por su contribución.

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