El mexicano, en materia
política
nunca da la cara. Se mueve, cauteloso,
y lleno de recelo, como si aún se
enfrentara, con armas prohibidas
y voces en sordina, al
aparato represivo de la Colonia.
—Fernando Benítez, Los primeros mexicanos.
No es imposible que muchos
de nuestros reflejos políticos hayan tenido su gestación social durante los
tres siglos que duró la colonia española. En ese tramo de la historia cuajó lo
que hasta ahora resulta el indescifrable ser del mexicano, sobre todo en
relación con la polis, es decir, con
lo político y la convivencia civil. No por nada para Juan Rulfo el siglo más
importante de la historia de México es el XVI en el que se compuso en la
práctica, asimilando la tradición del cacique prehispánico, la figura del
encomendero.
Fernando Benítez, en Los
primeros mexicanos (editorial Era), alcanza a entrever esa ambigüedad
propia de nuestro carácter pero también otras virtudes, como la ética de la
reciprocidad. Cuando a uno le regalan algo hay que agradecerlo. Tenemos eso en
común con Sicilia, la madre de una organización secreta de raigambre puramente
siciliana: la mafia. El principio de su funcionalidad es la lealtad, el
cumplimiento de la palabra empeñada, el voto del silencio, y el compromiso de
devolver los favores.
Esto lo ha entendido el PRI desde hace más de ochenta años.
Y ahora, como nunca, lo puso en práctica. Movilizó sin límite de gastos (con
recursos de procedencia incierta) a una cadena de supermercados coahuilense y a
un banco de segundo piso (investigado por sus operaciones financieras
sospechosas), para inducir la comprar del voto. No había que comprobar que uno
había votado por el PRI. Se trataba de un pacto entre caballeros. Si tú me das
mil pesos yo voto por el PRI. Te doy mi palabra. Es ésa la ética del
agradecimiento que nos viene desde tiempos coloniales. Un reportero del
semanario Zeta de Tijuana se coló en
las oficinas del PRI en esa ciudad y vio cómo “unos señores de México” llegaron
con portafolios repletos de billetes de 500 pesos y empezaron a repartir dos, tres, cuatro o cinco billetes de
500 pesos. Lo que no se ha esclarecido —porque pertenece al reino de lo que no
se habla— es de dónde procedía esa dinero. No hay erario de los 19 gobiernos
estatales priístas que alcance para cubrir el abono de tantas tarjetas de
prepago. ¿De dónde pues?
“El PRI representa 71 años de confundir lo público con lo
privado y de transformar la política en una variante de la criminalidad”, dice
Juan Villoro. El antiguo partido oficial no se ha renovado: es el mismo de
Humberto Moreira, Ulises Ruiz, Carlos Salinas, Manlio Fabio Beltrones, Emilio
Gamboa, Mario Marín, Elba Esther Gordillo, los pillos de Atlacomulco, Tomás
Yarrington, Montiel, y la casa Monex, que ahora más que nunca se beneficiarán
de lo más apreciado en una toma del poder: la impunidad. El juego estaba hecho.
Era una batalla perdida de antemano. Y todo en el contexto del Complejo
Propagandístico Empresarial (con su cámara de la “industria” de la radio y la
televisión) que aglutinó a todo Dios, a todos los poderes dominantes para la
toma de Palacio.
@Campbellobo
Así es, Don Federico, nuestros males son atávicos y por ello es difícil combatirlos; pero, además, la pobreza y, derivada de ella, la ignorancia contribuyen a crear el contexto adecuado para que la corrupción priísta puedan florecer. Felicidades por su contribución.
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