Estamos
gobernados por una
minoría
sostenida en el poder
por una masa
enorme y corrupta
a la que
tiene acceso todo
mexicano que
esté dispuesto
a hacer un favor con tal de
que le hagan otros a cambio.
—Jorge Ibargüengoitia
No son un invento tan reciente las
tarjetas de prepago o prepaid cards.
Tienen varios años circulando, sobre todo en Estados Unidos, y suelen ser
avaladas por Visa o MasterCard o prácticamente cualquier entidad bancaria, HSBC
por ejemplo.
Son conceptos distintos el dinero y la moneda metálica o de papel, el
capital, el cheque, el traveller check,
la tarjeta de crédito y de débito, y ahora la tarjeta prepagada que, por
cierto, es al portador. No se necesita tener cuenta en el banco para
adquirirla. Compañías como Wal-Mart la usan para pagar las nóminas de sus
empleados y algunos gobiernos para prestaciones o como ayudas alimentarias.
Muy orgullosos de su hallazgo se han sentido quienes la concibieron: las
festinan como si hubieran inventado la hostia, porque sirve en efecto para
muchas transacciones y es muy práctica, pero la verdad es que también han
inventado uno de los instrumentos más expeditos para lavar dinero procedente de
la economía criminal y para traspasarlo de Estados Unidos a México.
Ya en mayo de 2011 un cable de Associated Press revelaba que los
delincuentes de la droga ya no tenían por qué andar cargando pacas de billetes:
Una alternativa más atractiva y menos riesgos para transferirlo de un país a
otro “son las tarjetas prepagadas que disponen de bandas electrónicas y no
necesitan estar vinculadas a una cuenta bancaria”.
Las tarjetas han sido el medio preferido para pagarle a los burros de
Tijuana, a los burreros del Altar y a los pushers
de Los Ángeles y San Diego y también a los polleros que meten gente en Estados
Unidos. Es una modalidad. John Tobo, alto funcionario del Servicio de
Inmigración y Control de Aduanas, afirma: “Si los terroristas del 11 de
septiembre hubieran usado tarjetas (prepagadas) para cubrir sus gastos, no se
hubiera conseguido ninguna de sus huellas terroristas.”
El departamento de Estado calcula que cada año los cárteles de la droga
envían de Estados Unidos a México entre 19 mil y 39 mil millones de dólares que
son blanqueados en el sistema financiero mexicano, como de hecho ha sido a
través de HSBC.
Por lo menos tres miembros de una comisión del Senado encargada del
“International Narcotics Control” insisten en que las tarjetas de prepago
tienen que declararse en las aduanas como si fuera efectivo. Pasan muchos como
Pedro por su casa sin pagar un impuesto. Cualquiera puede bajar en el
aeropuerto Eldorado de Bogotá con cinco tarjetas en el bolsillo que son un
cuarto de millón de dólares y que además se pueden recargar de manera remota.
Se diría que hasta para eso fueron inventadas por los banqueros las
tarjetas de prepago: justamente para facilitar el lavado de dinero. Tal vez a
niveles muy altos del Estado, en el gobierno de México y en el de Washington,
esté decidido dejar pasar el lavado de dinero. A lo mejor es ya constitucional
de la economía y no pueden prescindir de él sin provocar una catástrofe. En
Estados Unidos y en México. Es como si a un avión de cuatro motores, como
aquellos Constellation de los años
50, se les quitara un motor.
Estas informaciones son otros de los indicios que abonan la idea de que
el combate al lavado de dinero no ha sido el fuerte del gobierno de Calderón en
su lucha contra el crimen. Parece una política de Estado, como si temiera quitarle
a la economía nacional una de sus cuatro patas (las otras son los ingresos por
petróleo, la inversión extrajera directa y las remesas que mandan nuestros
paisanos).
En otras palabras: el gobierno de Calderón no ha querido atacar el aspecto financiero del narco. Ha
descuidado ese flanco. Se ha hecho de la vista gorda. Por razones que o son de
Estado o son un misterio criminal en el sentido en que esta expresión se usa en
la literatura de la novela policiaca.
Ha habido una actuación tímida y muy pasiva
—acaso cómplice— por parte de la Unidad de Inteligencia
Financiera de la Secretaría
de hacienda, como se ha visto en el caso del Hong Kong Shangai Banking Company
(acusado de blanqueo en Estados Unidos) que muy pronto se dio cuenta de que en
México el Estado ya no existe y obró en consecuencia.
De ahí la conexión entre estas informaciones y las tarjetas que utilizó
el PRI para comprar votos a través de Monex y Soriana. Qué raro que también
sean tarjetas de prepago. ¿Quiere decir que el poder criminal ya está en
nuestros procesos electorales y de conformación del Estado?
Ése es el nuevo protagonista de nuestro espacio político: el poder
criminal. Aunado a Televisa, a los empresarios, y a todos Dios, imagínese
usted.
* * *
En recuerdo
de
Jorge
Legorreta, un hombre,
en el buen
sentido de la
palabra,
bueno.
@Campbellobo
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prepago lavado dinero bancos. Cáiganse patrás.