El jurista italiano
Luigi Ferrajoli ha tenido la misma percepción de muchos otros habitantes del
planeta Tierra: que nunca como ahora —principios del siglo XXI— entramos en una
fase de la historia que bien podríamos reconocer como la era de la
criminalidad, tal y como ancestralmente hubo una edad de piedra o una de
bronce. La nuestra más que de la información hace honor a su tiempo y asume que
el poder criminal se ha instalado ya en la política electoral, en los
consorcios mediáticos (tipo Televisa), en las instituciones financieras y en la
conformación misma del Estado.
Uno de los efectos más perversos de la
globalización, dice Ferrajoli, es el desarrollo de esta criminalidad
internacional. Dice “criminalidad global” como cuando hablamos de globalización
de la economía.
Nacido en Florencia en 1941, Luigi
Ferrajoli trabajó como juez entre 1967 y 1975, y es profesor de filosofía del
derecho en la Universitâ degli Studi de Roma.
La criminalidad que le preocupa es la
que se ha beneficiado de los adelantos tecnológicos. Un sistema de comunicación
militar, el internet que antes era un arma secreta de varios ejércitos (como el
de Estados Unidos), está en todos los hogares y sirve también a las
organizaciones criminales.
Ferrajoli distingue tres formas de
criminalidad del poder:
1. La del crimen organizado (de
delincuencia común, no de motivación política) como la mafia, la ‘Ndrangheta,
la Camorra, y los grandes consorcios delincuenciales de Rusia y Japón. Y
también la del terrorismo transnacional. La novedad es que esa criminalidad,
que siempre ha existido, ha alcanzado un desarrollo transnacional y tiene ahora
un peso financiero sin precedentes.
2. La de los grandes poderes
económicos: empresas trasnacionales, consorcios de televisión, corporaciones
industriales, casas de servicios financieros, paraísos fiscales, transporte de
mercancías por barco y avión, petróleo, “bancos globales del mundo” (HSBC, verbigratia) y casas de cambio, implicados
en el lavado de dinero procedente de la economía criminal. O empresas como
Soriana y Monex que en México disfrutan de impunidad y seguirán teniendo
impunidad (como Moreira y Yarrington, y otros hampones) en el próximo sexenio.
3. La criminalidad de los poderes
públicos, el crimen de Estado, la tortura por parte de las fuerzas armadas
policiacas y militares, la malversación de caudales públicos y la ”subversión
desde arriba”. El hampa en el poder.
En otras palabras, esa criminalidad se
explica porque la globalización es un vacío de derecho público —una ausencia de
Estado, lo cual es lógico: no hay estados internacionales—, y específicamente
de derecho penal internacional. Cada vez es más difícil distinguir el confín entre esta criminalidad de
los poderes económicos y los poderes abiertamente criminales de tipo mafioso.
“No se trata de fenómenos criminales
netamente distintos y separados, sino de mundos entrelazados, por las
colusiones entre poderes criminales, poderes económicos y poderes institucionales,
hechas de complicidades y de recíprocas instrumentalizaciones.”
A esto se suma el declive de los
Estados nacionales tal y como venían siendo en la historia y como lo ha
razonado Zygmunt Bauman. El contexto mundial es otro. No se ha conseguido una
jurisdicción universal del derecho penal, como propone el juez Baltazar Garzón,
porque las nuevas formas de criminalidad transnacional son el efecto de una
situación general de anomia, en un mundo confiado a la ley del más fuerte y en
el que muchas empresas, por un lado, e individuos en lo particular por otro,
son más ricos y poderosos que no pocos países.
Hace treinta no existía esa composición
de poder en el mundo. Es otra de las novedades de nuestro tiempo.